Cuando decidimos ir a Vietnam no tenía claro qué esperar, ni si me iba a gustar o no. Luego de casi 3 meses moviéndonos por Asia, ciertamente no teníamos la mejor disposición.
Todo ese tiempo nos había pasado la cuenta, el cansancio se hacía presente y muchas de las costumbres de la zona se hacían un poco más pesadas (léase el desorden, caos vial, comidas, suciedad, etc.).
El aeropuerto de Hanói nos recibió con lluvia. Camino a la ciudad por la carretera todo parecía normal e incluso el tráfico se veía civilizado. Sin embargo, esta impresión no duraría mucho. Mientras más nos acercábamos a la ciudad, más trastornado se volvía el tráfico. Mientras más nos adentrábamos en el centro, más motos aparecían en las calles.
El primer “shock” vino cuando llegamos a la primera intersección con semáforo (hay pocas en Hanói). La suerte hizo que quedáramos en el primer lugar esperando la luz verde. En esta posición privilegiada fuimos testigos de cómo cientos de motos comenzaban a moverse.
Chaucha!
Yo pensába que habíamos visto muchas motos en Bali, pero Hanói había llevado el asunto a otro nivel. Literalmente, Hanói era Bali tomando esteroides.
Para qué hablar del tráfico. Creo que la mejor forma de explicarlo es decir que casi no hay semáforos en la ciudad y prácticamente nadie se detiene en ningún momento. Si quieres cruzar la calle tienes que llegar y cruzar, sin esperar que los autos o las motos se detengan y confiar en que te van esquivar oportunamente.
Terrorífico.
Da lo mismo que seas auto, moto o peatón, el tráfico no para y la única forma de cruzar es cruzando, por muy tautologico que suene. Para agregar un poquito más de enjundia a este pastel de locura vial, la lógica vietnamita de conducción abusa fuertemente de la bocina. Esta no se usa para protestar por alguna acción peligrosa o desconsiderada por parte de otro conductor. En la lógica vietnamita, la bocina se usa para avisarle al resto que tú estás ahí y vas pasando, de modo que todos puedan actuar acorde, es decir puedan esquivarte si hace falta.
El equivalente vial de la Alarma Todo Está Bien de Homero Simpson.
Lo peor del asunto de la bocina es que hace que todo el tiempo el ruido en la calle sea brutal. Tan sólo imagínense cientos de motos pasando y todas tocando la bocina un par de veces por minuto: el resultado es un incesante ruido de bocinas.
Aún así, la ciudad tiene su encanto: zonas donde comprar ropa muy barata, enormes mercados nocturnos, diversos monumentos (la mayoría dedicados a héroes comunistas), templos, mucho café, mucha comida, etc.
Desde luego el Mausoleo de Ho Chi Minh es uno de los puntos que tarde o temprano hay que visitar estando en Hanói. No es sólo el mausoleo, sino que también los grandes jardines que lo rodean. Además, medianamente cerca está la pagoda Tran Quoc, el templo budista más antiguo de Hanói, lo que hace un buen combo de turisteo. El Templo de la Literatura es especialmente agradable de visitar e interesante de conocer. Es un templo como cualquier otro, pero no está dedicado a Buda sino que a Confucio.
Toma eso Buda!
También hay varios museos, los que cubren tanto la historia del país durante la ocupación francesa, así como durante la Guerra de Vietnam.
Aprovechamos la ocasión además para visitar la Bahía de Ha Long. En general los turistas visitan la bahía por un par de días, pero nosotros decidimos ir por el día desde Hanói. Esencialmente está nos parecia mejor opción ya que el tiempo no era auspicioso y no había gracia en visitarla con lluvia. Así que aprovechamos una pequeña brecha que se abrió en las nubes y partimos para allá.
Después de todo Hanói tiene mucho que visitar y comer.