El camino de Bangkok a Siem Reap por tierra es una experiencia extraña, confusa y agotadora.
Como viajeros precavidos que somos, habíamos leído bastante sobre el trayecto y nos habíamos enterado de las estafas en las que trataban de hacerte caer cuando pedías la visa para Camboya. También nos habíamos informado sobre los buses entre Bangkok y Siem Reap, así que a esa altura creíamos que sabíamos que esperar, que hacer y que no hacer para evitar ser estafados.
Para el viaje en bus habían 2 opciones: i) bus directo, es decir un bus que te lleva desde Bangkok a Siem Reap, sin tener que cambiarte de bus; o ii) bus hasta la frontera, cruzar y tomar otro bus. Inicialmente para el viaje en bus decidimos ir con la compañía Giant Ibis, habíamos leído que sólo 2 compañías hacían el trayecto directo (la otra era Transport Co.) y esa se veía como una buena opción: bus directo, WiFi abordo, snacks y agua en el camino. Sin embargo, cuando llegamos a la oficina de Giant Ibis (que en la práctica era una agencia de turismo) la persona de la agencia nos ofreció el mismo viaje en otra compañía, el que era unos $7 USD más barato por persona y en sus palabras era “lo mismo, pero no hay snacks ni agua”. Como nuestra rutina siempre incluía viajar con agua y provisiones para el camino, no le vimos mayor inconveniente y decidimos ir con la otra compañía, la que resultó ser Transport Co.
En retrospectiva, esto fue una mala elección.
Según el ticket el bus partía a las 8.00 AM y llegaba a Siem Reap a las 4 PM. En la práctica partió a las 8.45 AM y llegamos a Siem Reap cerca de las 7 PM.
Cuando compramos el ticket la persona de la agencia de turismo nos mostró una foto del bus, el cual se veía muy similar al Giant Ibis, lo que nos hizo pensar que no sería muy diferente.
Mal de nuevo.
El bus era el típico bus grande de Tailandia, viejo, medianamente cómodo, pero sólo lo justo y necesario para que los turistas no reclamaran. Siendo objetivo, no era mejor ni peor que ninguno de los buses en que habíamos andado, pero el que nos hayan hecho creer que sería otra cosa agregó una cuota de desagrado durante el trayecto.
Llegando a la frontera con Camboya vino lo más desagradable de todo. Nosotros teníamos bastante claro lo que había que hacer, al menos en teoría: bajarse, salir de Tailandia, pedir la visa para Camboya, entrar a Camboya y volver a subirse al bus. Supuestamente el bus te llevaba a la frontera, tú te bajabas y hacías el trámite para salir de Tailandia, el trámite para la visa de Camboya y finalmente el trámite para entrar en Camboya. Para nuestra sorpresa el bus nos llevó a un restaurante a unos 3 kilómetros de la frontera, donde nos dijeron que teníamos que pagarle a ellos para sacar la visa por nosotros, lo que desde luego implicaba una suculenta comisión por este servicio (15 dólares por persona).
Nosotros habíamos leído en extenso sobre los diferentes tipos de estafas que se daban respecto a la visa, y si había algo de todo eso que quedaba muy claro era que no había que confiar en nadie que te ofreciera sacar la visa por ti. Además, que un tercero sacara la visa a nombre de uno implicaba que teníamos que entregarle nuestros pasaportes, lo que nunca es buena idea. En vista de esto último y de que la experiencia popular indicaba que no era buena idea aceptar la oferta, dijimos que preferíamos obtener la visa on arrival (o sea, sacarla nosotros mismos en la frontera). Ante esto la persona que nos ofrecía el servicio respondió, no de muy buena gana, que teníamos que caminar 3 Km hasta la frontera, hacer los trámites, cruzar a Camboya y esperar a que el bus cruzara, todo eso sin molestarse en aclararnos hacia donde estaba la frontera ni dónde teníamos que esperar el bus una vez que cruzáramos.
Hasta donde yo entendía, el procedimiento con los buses directos era que te llevaban hasta la frontera, tú te bajabas, hacías lo tuyo y te subías de nuevo al otro lado. En consecuencia, pregunté si podíamos esperar a que el bus llegara a la frontera y hacíamos nuestro trámite mientras el resto cruzaba, a lo que de mala gana respondieron “este es un bus directo y no te vamos a esperar”. En el fondo, y como diría Vito Corleone, nos hicieron una oferta que no podíamos rechazar.
Confundidos y algo preocupados le preguntamos a otros turistas que habíamos conocido en el bus (un israelí y una pareja holandesa) si habían aceptado el asunto de la visa, a lo que alegremente respondieron que si. Aparentemente nadie se había cuestionado esto hasta que lo mencionamos, o bien no le habían dado importancia. Luego de pensarlo un minuto nos resignamos a pagar el innecesario servicio de obtención de la visa. Éramos cerca de 10 turistas en la misma posición, así que supusimos que si algo pasaba seríamos suficientes como para que nuestros reclamos fueran escuchados.
Luego de aceptar llenamos un formulario, se llevaron nuestros pasaportes y 15 minutos después volvieron con la visa de Camboya estampada en una hoja, en lo que me pareció el trámite más dudoso en el que he sido parte en mi vida. La visa de Camboya sinceramente parece más un sticker que una visa entregada por un país serio. Creo que basta con mencionar que mis datos están escritos a mano en la visa y que esta en sí no tiene ninguno de los sistemas de seguridad típicos, más bien es solo un papel verde que dice “visa”.
Luego de eso llegó al hora de cruzar.
El paso fronterizo en sí mismo era un caos gigantesco. Vehículos y personas, todos revueltos moviéndose desde y hacia Camboya, sin mayor rigurosidad, como si fuese una calle común y corriente. Al mirar el espectáculo me daba la sensación de que los únicos que se molestaban en hacer toda la burocracia fronteriza éramos los extranjeros. Mientras pasábamos los controles fronterizos yo cruzaba los dedos para que las visas que habíamos obtenido fueran reales y no termináramos en una cárcel en Camboya por intentar ingresar con una visa falsa. Por suerte, nada de eso pasó y salimos libres de polvo y paja de la frontera.
Luego de esta extraña experiencia el bus siguió su camino hacia Siem Reap, parando 3 o 4 veces para recoger o dejar gente local y para descansar en un pequeño mini-market donde la dueña insistentemente te decía que “tenías” que comprar algo.
Por fin, luego de 11 horas de periplo circunnavegando estafas, llegamos a Siem Reap, agotados, agobiados, pero sanos y salvos. Pero como los villanos siempre tienen un as bajo la manga, no podíamos llegar a nuestro hotel sin antes evadir una última estafa, está vez del conductor del tuk-tuk.
A pesar de todo, lo logramos.
PS: siento que sería útil incluir una foto de la visa de Camboya para que puedan apreciar lo precaria que es. Sin embargo, se me ocurre que esto no es buena idea e incluso podría traerme problemas, porque en serio creo basta una foto de la visa para que alguien pueda falsificarla. Por lo tanto, me temo que sólo puedo pedirles que confíen en mí palabra.