Hoy fue un día de extremos, hoy visitamos Asakusa y Akihabara, pasando del lado tradicional a la locura y el frenesí futurista del barrio icono de la tecnología.
Bipolaridad turística.
Partimos temprano en la mañana camino a Asakusa, un barrio un poco más tradicional, alejado de la locura de la modernidad, aunque no necesariamente más tranquilo.
Digamos que en vez de tener grandes carteles luminosos vendiendo aparatos electrónicos, habían pequeñas pizarritas anunciando el almuerzo, muchas tiendas vendiendo todo tipo de artículos típicos de Japón (banderitas, manekinekos, sandalias, kimonos, etc) y desde luego tiendas de recuerdos.
Entre todo eso estaba el templo budista Senso-Ji, el más antiguo de Tokio, uno de los más importantes el país y desde luego importante centro turístico.
De algún modo es entretenido visitar estos templos y resulta super atractivo ver lo diferentes que son las religiones de oriente. A esta altura ya habíamos visto como 20 templos en Tokio, pero todavía me atraía y confundía tratar de entende cual era el procedimiento que había que llevar a cabo para rezarle a la deidad del templo, lo mismo que las muchas costumbres asociadas a la práctica de la religión, cosas como lavarse las manos al entrar, tirar una moneda a una cajita, aplaudir 2 veces, hacer una reverencia, rezar, más aplausos, más reverencia, alejarse, una reverencia antes de salir del templo, recibir el humo de los inciensos, etcétera, etcétera, etcétera. Pregunto si a un oriental le parecerá igual de confuso presenciar una misa cristiana.
Luego de un reponedor ramen para el almuerzo cambiamos completamente y nos fuimos a Akihabara.
De lejos y a primera vista el barrio no parece mucho, de hecho no se ve tan extremadamente diferente a otras partes se Tokio: un montón de edificios llenos de carteles luminosos de todos los tamaños anunciando todo tipo de cosas, colgados prácticamente en cada rincón donde un par de ojos pudiera posarse.
Pero bastaba entrar en alguno de los cientos de edificios o corredores para darse cuenta que algo diferente se cocinaba en esta zona.
Donde antes habían corredores llenos de puestos vendiendo comida o ropa, ahora encontrabasmos pequeños negocios con cientos de cables, adaptadores, transformadores y cuando uno pudiera necesitar si quisiera construir su propia tele. Los grandes edificios se componían de pisos y más pisos de tablets, computadores, celulares, cables, memorias, cámaras, teclados, teles, equipos, consolas y un largo e interminable etcétera.
Si MacGyver fuera de esta época, Akihabara de seguro sería su lugar favorito en el mundo.
Aparte de las muchas tiendas de electrónica, lo otro que florece a puñados en este sector son las tiendas con parafernalia de manga y animé, principalmente figuritas y peluches, aunque también pude ver poleras y uno que otro juego de consola.
Algo que me llamó mucho la atención es la popularidad de las máquinas donde pones una moneda y tratas de sacar algo usando unas pinzas que no agarran nada. Este tipos de máquinas eran grito y plata en Akihabara, habían muchas, la mayoría para sacar peluches. Eran tan populares que había tiendas que no eran que una pieza llena de estas máquinas, con distintos tipos de peluches y por supuesto lleno de japoneses tratando de sacar algo, así como algunos turístas probando suerte.
Nosotros no quisimos probar la nuestra.
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