[LVM] Día 147 al 151 – Roma

Roma es una ciudad frenética, que mezcla en cada esquina un poco de caos, de historia y turistas.

En primera instancia, visitar Roma se sentía un poco como estar en una versión grande de Nápoles: el tráfico era caótico, la ciudad no era particularmente limpia, había graffitis por todos lados y estaba llena de turistas a un nivel incómodo.

Me gustaría hacer hincapié en esto último, porque a pesar de llevar varios meses de turistas y estar acostumbrados a estar donde se congregan los turistas, había puntos en Roma donde la cantidad de visitantes era incómodamente alta.

En serio.

Lugares como los Museos Vaticanos, La Capilla Sixtina o La Basílica de San Pedro explotaban de turistas y eso que no estábamos en temporada alta. No quiero ni imaginar cómo serían en la mitad del verano.

Para hacer un poco más caótica la imagen de Roma, a esto hay que sumarle que el transporte público deja bastante que desear y fácilmente puedes demorarte una hora o más en un tramo realmente no muy largo. Esto fue una sorpresa, no esperaba que una gran capital como Roma tendría un transporte público tan poco confiable.

Con esto último me refiero al hecho de que tranquilamente podías estar 20 o 30 minutos esperando a que llegara un tranvía. No es que estuviéramos esperando un tranvía en especial, sino que a veces pasaban mas de 20 minutos sin que pasara ninguno. Con las micros era un poco mejor, pero aún así no era raro esperar 15 o 20 minutos para poder subirte a una. Si además cometías el error de querer tomar tranvía o micro a eso de las 5.30pm, entonces tenías todo para tener un viaje de pesadilla.

Si usted creía que en Santiago se andaba apretado en hora punta, es porque no ha tomado el tranvía en Roma en hora punta.

Probablemente el metro era el único medio de transporte confiable, pero tenía solo 3 líneas y en consecuencia la cobertura era acotada.

Dejando a un lado el horror vial, Roma es una curiosa amalgama de ruinas, religión y arte. Al moverse por la ciudad te topas casi en igual medida con iglesias, museos, galerías de arte y fuentes, mientras que las ruinas se concentran principalmente en torno al Anfiteatro Flavio, nombre oficial del famosísimo Coliseo (nombre acuñado a partir del Coloso de Nerón, que alguna vez existió fuera del recinto).

Mientras recorres la ciudad se confunden un poco los papeles que esta ha representado a lo largo de su historia. Por momentos estás visitando los vestigios del que fuera el imperio más extenso e importante del planeta, en otros estás asombrado ante la opulencia y fastuosidad de los templos levantados en honor de Cristo, y en otros te confunde la ferviente peregrinación hacia centro neurálgico del catolicismo actual. Todo esto va amalgamado con fuentes, parques y columnas levantadas por toda la ciudad, las que te dicen que está ciudad es y fue un sitio de gran riqueza y ferviente fe.

En mi opinión, los puntos más altos de cualquier visita a Roma son El Coliseo, la Fontana di Trevi y el helado, porque oh Dios mío ese helado! En general el helado de Italia es bueno, pero aparentemente el de Roma es de los mejores.

Me imagino que la mayoría además pondría a los Museos Vaticanos en la lista de los puntos altos de Roma. Sin embargo y en mi humilde opinión, no es más que otros museos que hayamos visto. Si además a eso le agregas que estas visitando el centro neurálgico de una religión que predica sobre la humildad, la generosidad y condena la avaricia como un pecado capital, entonces resulta contradictorio y confuso que haya tanta riqueza acaparada. Estamos hablando de cuadros pintados con oro, esculturas esculpidas por grandes artistas, carruajes fastuosos y el Vaticano mismo, que no es más que un gran palacio al nivel de cualquier rey.

Sinceramente, Roma es un gran lugar para visitar. No sé si volvería, pero ciertamente cualquier persona que tenga la oportunidad de conocerla debería hacerlo.

 

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