Si tuviera que describir a San Petersburgo en pocas palabras diría que es como Moscú, pero en versión hogareña.
Que esto no se mal entienda. San Petersburgo es una ciudad increíble y en todo sentido igual de impresionante y atractiva que Moscú. Cuando digo que era la versión hogareña es porque se sentía con más calor de hogar que esta última, con más alma. Tal vez sería era porque no todo era tan perfecto y esas “imperfecciones”, esos pequeños rastros de la vida diaria, le daban humanidad, o porque la gente en la calle se veía más corriente. No lo sé, pero ciertamente era más cálida.
Al igual que Moscú, San Petersburgo deslumbraba ante las huellas de un pasado imperial glorioso. Visitar Hermitage y recorrer el Palacio de Verano es toda una experiencia, lo mismo que maravillarse con las calles, los canales y los puentes.
De la misma forma, había algo cautivador e inverosímil en recorrer las calles que estoicamente soportaron 900 días de asedio durante la Segunda Guerra Mundial. Este tal vez sea uno de los episodios más brutales, devastadores, épicos y cinematográficos del conflicto. Literalmente tiene de todo: incesantes bombardeos, bloqueo y aislamiento de la ciudad, hambruna, desolación, una sinfonía compuesta y estrenada por los parlantes de una ciudad que moría, diversos intentos por romper el bloqueo y todo ante un enemigo que planeaba hacer desaparecer la ciudad y sus ciudadanos hasta última huella (y usar el terreno para la generar recursos para el Reich).
Una locura de historia.
Una ciudad que se levantó contra los monarcas e inició una revolución que acabó con los zares y que terminaría por cambiar el mundo. Una ciudad con arte, historia, grandeza, locura y mucha belleza.
Realmente San Petersburgo lo tenía todo.
Por supuesto, ya que estábamos en una de las cunas mundiales del arte no podíamos dejar el país sin antes haber visto al menos un ballet. Después de diversos malabares logísticos y múltiples flexiones de billetera, conseguimos entradas para ver El Lago de Los Cisnes en el Teatro Alexandrinsky.
Una maravilla.
Qué se puede decir más que fue un buen show y una gran experiencia. Nosotros habíamos asistido más de una vez a conciertos y ballet en Teatro Municipal de Santiago y me sorprendió descubrir que este último era más grande y fastuoso que el que estábamos visitando en San Petersburgo. Se sentía extraño ver que el municipal fuera más imponente que un teatro con tanta historia como el Alexandrinsky.
San Petersburgo nos gustó mucho y seguro se va a meter con facilidad en los top 10 de esta odisea por el mundo.
PS: no puedo creer que a nadie se le haya ocurrido poner un negocio de hamburguesas que se llame San Petersburgers. Créanme, lo buscamos, no hay. Se la están perdiendo.