El último día que estuvimos en Dong Hoi tomamos un tren hacia Hue. Eran cerca de 3 horas de viaje y llegaríamos justo a tiempo para cenar y dormir.
Nuestro plan no era visitar Hue, sino más bien usar la ciudad como parada técnica para nuestro siguiente destino: Hoi An. En retrospectiva, habría sido agradable quedarse uno o dos días en Hue para conocer un poco la ciudad, pero en ese momento la verdad es que no teníamos tiempo ni ganas de estar más días en Vietnam.
Nuestro plan era salir temprano al día siguiente y recorrer en moto los 120 Km que separaban Hue de Hoi An. Este recorrido era literalmente una de las atracciones de la zona. La idea era ir deteniéndose en distintos puntos a lo largo del camino y junto con disfrutar del camino. Un punto particularmente interesante era el cruce del Paso Hai Van, un pequeño paso montañoso que conectaba Hue con Da Nang, el que resultaba atractivo por la abundante vegetación y el intenso color verde a lo largo de toda ruta. Adicionalmente está ruta se había vuelto más conocida en los años recientes por haber aparecido en un capítulo de Top Gear (un programa de televisión enfocado en autos y motos).
Ahí partieron los viajeros rata, otra vez arriba de una moto. Cuando en Ubud nos subimos por primera vez (en la vida) a una moto, pensé que sería solo esa vez y terminaría como una anécdota entretenida. Por el contrario, a esta altura del viaje ya habíamos asumido la moto como EL medio de transporte por antonomasia. El tráfico, a pesar de ser caótico, tampoco aparecía como la dura prueba que fue en antaño. De algún modo, el viaje en moto ya no parecía tan aventurero como antes, sino que tenía el sabor de un viaje de 2 horas en auto.
Aún así, la idea era parar y ver algunas de las atracciones que estaban “de paso”. Así que eso hicimos.
Salimos temprano porque queríamos llegar medianamente temprano a Hoi An (y para tener tiempo en caso que nos ocurriera un chasco). La mañana había despertado brillante y calurosa, pero al poco partir cambió de opinión y decidió nublarse y comenzar a llover.
Reflauta.
Después de nuestro encuentro cercano con el monzón en Pai, íbamos preparados. Parada rápida para equiparse y listo. Ahí figurábamos los turistas rata con todo el estilo local: envueltos en unos “impermeables” plásticos, que parecían más una bolsa de basura gigante que un impermeable. Sin embrago, eso era lo que usaban los locales y como dicen “donde fueres haz lo que vieres“, así que ahí estábamos, más felices que perro con dos colas, listos para la lluvia.
El camino fue una mezcla de lluvia y calor, despejado por momentos y lloviendo por momentos. Nos movimos con agilidad por el tráfico vietnamita, surfeando la lluvia y esquivando motos. Cabe destacar que el tráfico en las carreteras era mucho menos caótico que en las calles de Hanói. En la práctica esto se traducía en un viaje mucho más tranquilo y fácil de lo que esperábamos.
El paso Hai Van fue uno de los puntos altos. En su punto más alto puedes observar sin dificultad Da Nang y las playas de Hai Van, en una postal de revista.
Al fin, a eso de las 5 de la tarde, llegamos a Hoi An después de varias paradas. Cansados, medio mojados y adoloridos (viajar en moto no es tan cómodo como parece), lo habíamos logrado. Ahora sólo quedaba dormir.
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