Después de pasar un día entero entre aviones y aeropuertos, en la pesadilla que fue el viaje de Hong Kong a Bali, estábamos agotados.
Cuando al fin llegamos a nuestro hostal, a eso de las 2 de la tarde (habíamos partido al aeropuerto a las 4PM del día anterior), lo único que pudimos hacer fue bañarnos y dormir.
Horas después, luego del anhelado descanso, almorzamos y salimos a conocer los alrededores. Para ser sincero, ninguno de los 2 estaba especialmente emocionado por conocer Kuta, porque el lugar es más que nada playa y carrete zorrón.
De todos salimos a ver qué había y la primera gran prueba fue cruzar la calle. Eso que parece un acto trivial es todo un desafío para los turistas en Indonesia por dos motivos fundamentales: i) prácticamente no hay semáforos, lo que implica que hay que cruzar a mitad de calle a lo valiente; y ii) el flujo de autos y motos es prácticamente constante, por lo que para cruzar la calle hay que meterse nomás y cruzar a lo Gattaca.
En nuestro primer intento estuvimos algo así como 10 minutos mirando la calle sin saber cómo cruzar, hasta que vimos a unos locales cruzar en dirección opuesta y supimos como se cruzaba la calle acá.
La locura tenía un método.
No vamos a decir que con eso se arreglaba todo el problema y ahora cruzar era seguro o agradable, pero fue importante entender que había un procedimiento y que aparentemente funcionaba.
De todos modos estuvimos otros 10 minutos juntando agallas hasta que pudimos cruzar la primera mitad, hasta el bandejón central.
Sólo faltaba la mitad y ahí estábamos de nuevo tratando de hacer de tripas corazón para aplicar “el procedimiento”. Para los que se lo estén preguntando, el procedimiento consistía en pararse en la orilla de la calle, esperar que no viniera un auto tan encima y ponerse a cruzar nomás mientras levantabas una mano pidiendo el paso.
Lejos de ser seguro, pero efectivo en el fondo.
Después de algunos minutos de pánico y confusión logramos aplicar el procedimiento correctamente y cruzar el infierno de calle que estaba frente al hostal.
Ya al otro lado de la calle, fuimos a dar una vuelta a la playa, caminamos por las zonas más turísticas y nos tomamos un juguito para calmar los nervios.
Cuando llegó la hora de volver decidimos hacerlo en taxi para no correr riesgos. No estábamos preparados para aplicar el procedimiento tantas veces al día.