La primera impresión al llegar a Hong Kong es que no tiene nada que ver con el resto de China.
Lo primero que te hace pensar que algo raro está pasando es que tienes que pasar por policía internacional para entrar y además se usa moneda diferente que en Beijing (en China se usa el Yuan, en Hong Kong el dólar hongkonés).
Ahí es donde uno dice: parece que estoy saliendo de China.
Hong Kong es muy diferente a Beijing partiendo por el aeropuerto que es amplio y luminoso, con plantas, colores y de aspecto muy vivo. Nada que ver con el aeropuerto de Beijing, oscuro, de severos azul marino y blanco, lleno de policías por donde lo mires, casi sin plantas, extremadamente funcional y con muy poco color.
El amigo lector tal vez esté pensando: policía internacional? Otra moneda? Hong Kong no está en China?
Lo que pasa mi excelentísimo, es que Hong Kong fue una colonia británica desde 1841 (después de la Primera Guerra del Opio) y hasta 1997, cuando fue devuelta a China bajo una serie de condiciones. Eso hizo que Hong Kong sea una región administrativa especial, lo que significa que es parte de China, pero se rige por otras normas, tiene su propio gobierno, usa su propia moneda y en el fondo es un país diferente. La influencia británica es fuerte a pesar de los años: los nombres de las calles están en inglés, los colegios enseñan inglés, la gente en general entiende si les hablas en inglés, el tráfico en las calles es por el lado izquierdo, hay buses de 2 pisos y en general todo es bastante occidentalizado.
En cuanto sales del aeropuerto camino a la ciudad la carretera te da la bienvenida con una impresionante vista del puerto de Hong Kong, uno de los puertos más importantes del globo y uno de los que más bienes comercia.
Llegando a la ciudad te reciben cientos de edificios gigantescos, muchos anuncios de luces y una cantidad agotadora de personas y autos moviéndose en todas direcciones.
Hong Kong es la cuarta zona más densamente poblada del planeta y realmente se hace sentir, no hay lugar en el que estés en que no esté lleno de gente. Esto sumado al intenso calor y la implacable humedad hacen que estar en Hong Kong sea dulce y agraz, por un lado es un lugar fascinante y por el otro quieres salir corriendo a refugiarte en algún lugar fresco donde puedas alejarte de las multitudes.
Nosotros llegamos, recorrimos un poco y nos fuimos a dormir porque el viaje había pasado la cuenta.
Al día siguiente hicimos la parada de rigor para apreciar el canal que separa la zona continental de Hong Kong (conocida como Kowloon) con la isla de Hong Kong.
Después de recorrer la ciudad y hacia la noche fuimos a conocer Mong Kok, una de las áreas comerciales más grandes de Hong Kong, donde es posible encontrar tiendas de todo tipo de artículos de retail. Personalmente creo que Mong Kok es el epítome de lo que es Hong Kong, tiendas por todos lados ofreciendo todo tipo de productos, gente moviéndose con frenesí, turistas intentando documentar la locura en cual se hayan inmersos, inmensos carteles luminosos, ruidos, música, autos, cientos de incansables vendedores ofreciéndote cosas en la vereda. Todo esto resulta confuso y agotador, pero cautivador en cierto sentido.
Aún más confuso resulta el hecho que este sector de la ciudad pareciera no dormir. Nosotros estuvimos hasta cerca de las 10pm y no parecía que fuera a terminar pronto. Incluso a esa hora habían tiendas que recién estaban abriendo.