Hoy, más que nunca antes en mi vida, la frase “las vueltas de la vida” me suena como a un augurio disfrazado de sabiduría popular.
Meses atrás, mientras circunnavegábamos el globo, hacíamos todo tipo de planes sobre las cosas que haríamos una vez que estuviéramos de vuelta en casa. No obstante, cuando pisamos suelo chileno nuevamente, nuestros planes habían cambiado radicalmente, más de lo que alguna vez imaginamos.
Todo nuestro panorama cambió cuando se nos presentó una oportunidad que es realmente difícil de dejar pasar. Literalmente, la vida se disfrazó de Vito Corleone y nos hizo una oferta que no podíamos rechazar.
Así que no la rechazamos.
Sin dar muchos detalles, sólo voy a decir que surgió una oportunidad de trabajo interesante y terminamos decidiendo venirnos a vivir a Holanda.
Tal como lo lee el estimadísmo lector.
Hoy escribo estas líneas desde una casa en Eindhoven, en el sur de Holanda, al otro lado del mundo. Ha sido una montaña rusa de emociones, tal vez similar a la experimentada cuando partimos con nuestro periplo alrededor del planeta, pero más intensa.
Y es que una cosa es irse de viaje, otra es mudarse.
Irse de viaje es fácil, la seguridad del hogar no se pierde, tu vida sigue donde la dejaste, sólo estás haciendo una pausa. Mudarse es mucho más radical y bastante más profundo e incierto, pero con muchas oportunidades y novedades que ciertamente no vez al estar de turista.
En el fondo todo tiene su costo, un lado bueno y uno malo.
El objetivo de este post es hacer oficial que este blog, el cual fue concebido con el fin de ser la bitácora de nuestra travesía por el mundo, de ahora en adelante será el diario de vida de esta nueva aventura. Consecuentemente, es probable que los siguientes posts estén fuertemente concentrados en todas las novedades que vayamos descubriendo en la tierra de las bicicletas.
Por ahora, me despido comiendo queso Gouda mientras ando en bicicleta usando suecos y con un tulipán en la mano.
Tot ziens!
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