Venecia es una ciudad sorprendentemente bella.
Así como París, Venecia es un lugar común en el inconsciente colectivo y aunque es infinitamente menos ubicua que la ciudad de la luz, es difícil que alguien nunca haya escuchado, leído o visto en una película a Venecia y sus canales.
El lugar es bastante sorprendente en primera instancia. En mi cabeza se me ocurría que los canales estarían sólo en una parte de la ciudad (la parte turística) y que el resto sería una ciudad normal, algo así como Ámsterdam. Grande fue mi sorpresa cuando vi que los canales eran todo. Literalmente la ciudad había reemplazado todas las calles por canales, haciendo que las únicas formas factibles de moverse fueran caminando por los interminables laberintos de pasadizos y callejuelas, o bien en arriba de un barco.
Los canales se podría decir que tienen una disposición medianamente normal y con la misma relativa regularidad de las calles de cualquier ciudad con un puñado de siglos encima: canales paralelos y otros perpendiculares formando cuadras que en efecto son cuadradas la mayor parte del tiempo. Si el excelentísimo fuera manejando su bote por Venecia, probablemente no sería mucho más confuso que moverse en auto por cualquier ciudad con un par de siglos. Por el otro lado, los callejones y pasillos por el que uno se puede mover a pie son el más absoluto y endemoniado laberinto que uno pueda imaginar. No era difícil pensar que en cualquier momento aparecería un Minotauro y habría que salir arrancando. Literalmente, sin Google Maps para guiar nuestros pasos todavía estaríamos allá dando vueltas y de hecho descubrimos que es común que los turistas se pierdan en Venecia. En el fondo todo es aparentemente porque la mayoría las vías peatonales más que estar planificadas son únicamente el espacio entre las casas, las que no están simétricamente dispuestas, una al lado de la otra, sino que son una ensalada de construcciones con sólo un mínimo de orden.
Dejando de lado la horrible planificación de las vías peatonales (o más bien la falta de esta), la ciudad es realmente encantadora y bella. Esto último resulta curioso cuando te das cuenta de que objetivamente la ciudad es una isla llena de edificios de fachadas mohosas, la mayoría con el aspecto de no haber recibido una mano de pintura en años y muchas de las cuales estaban visiblemente deterioradas.
Aún así la ciudad es indiscutiblemente atractiva. Tal vez sea por el encanto natural que todos sentimos por estar cerca del agua, o tal vez por las antiguas construcciones, muchas de las cuales pueden jactarse de una arquitectura envidiable, o tal vez por la historia y el arte que rodea todo en Venecia. Sea como sea, el lugar encanta.
Para visitarla no hace falta andar en bote, a pie se puede recorrer todo perfectamente, y yo diría que la mayoría de la gente lo hace a así. Para esto creo que hay varios motivos, primero es más simple ir a tu paso mientras caminas, segundo tienes la oportunidad de explotar el laberinto de calles que es cada isla y por último, los exorbitantes precios del transporte por agua. Creo que esto último fue una de las cosas que más me sorprendió de Venecia, lo absurdamente que caro que era todo, en especial el transporte por agua. No sé, uno se imaginaría que una ciudad que vive tanto de los canales estaría adaptada para que transportarse por estos fuera fácil. Sin embargo, en la práctica transportarse por los canales en general resulta restrictivamente caro.
Por último y para lamento del excelentísimo lector, me veo en la obligación de romper el hechizo de romanticismo que rodea la ciudad con información que puede resultar choqueante (por favor tomar asiento). Si usted es de los que imagina idílicas puestas de sol caminando de la mano con su media naranja por Venecia, le cuento que, dependiendo de su suerte, esa postal además podría ir acompañada de un intenso olor a desagüe.
Tal como lo lee.
Imagínese caminando por una ciudad con olor a alcantarilla. Bueno, eso es Venecia por momentos. Según aprendimos, las casas ubicadas en los canales grandes usualmente manejan los residuos usando una fosa séptica, la que se limpia periódicamente con un barco cisterna. No obstante, los canales pequeños presentan dos problemas que hacen que el agüita se vuelva “aromática”. Primero, en los canales pequeños no entra el barco cisterna, así que los residuos del baño se van al agua. Segundo, como los canales son pequeños el flujo de agua es menor, lo cual hace que los cambios de marea no sean capaces de reemplazar toda el agua y voilá, olorcito.
Sea como sea, Venecia es un lugar que realmente vale la pena conocer y recorrer, literalmente perdiéndose en la ciudad.
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