Nápoles es una ciudad extraña.
Lo primero que me llamó la atención de Nápoles fue lo sucio y en mal estado en que estaban prácticamente todas las construcciones. La verdad es que el desastre en la ciudad alcanza un nivel que resulta difícil pasar por alto.
El estimado lector pesará que le estoy poniendo, pero le aseguro que no.
Las calles de Nápoles son una extraña mezcla de autos, basura, gente y graffitis. Prácticamente todas las paredes están completamente graffiteadas.
En serio.
La mayoría de las paredes que puedes observar en la calle están graffiteadas por todos lados, sin dejar ni un espacio sin rayar. A esto se suma que tanto autos como peatones parecen no tener la menor intención de seguir ningún tipo de norma de tránsito, lo que hace que cruzar la calle sea casi tan caótico como en Bali, y que el tráfico sea caótico al estilo de Vietnam. Por último, toda esta maravilla está coronada por el hecho que nadie parece interesarse por usar los basureros, haciendo que las calles en general estén llenas de basura.
Y momento que hay una joya más.
Por si creen que eso es poco, además se suma que en general las veredas están en mal estado. Acá no me refiero a que el cemento estuviera un poquito roto o que hubiera algunas partes más o menos nomás. Me refiero a que no era raro que las veredas tuvieran pedazos de menos o que estuvieran muy disparejas, al nivel en que literalmente parecía que tenían hoyos.
Nápoles es como si la Estación Central fuera una ciudad entera.
Lo más curioso de todo el asunto es que viendo el desastre de la calle es difícil imaginarse que dentro de los edificios sea diferente, pero lo es. Era casi choqueante entrar a una tienda y ver que, a pesar del horror que era su fachada, por dentro todo estaba muy bien cuidado y limpio. Esto aplicaba para todo, desde tiendas, a casas, edificios e iglesias, todo. Era como si la calle fuera el caos absoluto y el interior de las construcciones fuera el santuario de calma que cada napolitano necesita para seguir adelante.
Curioso.
Sinceramente la ciudad no es especialmente atractiva ni demasiado interesante. Tal vez lo más atractivo del lugar sea que se pueden visitar las Ruinas de Pompeya fácilmente, y la comida, en particular las pizzas y las sfogliatellas.
Partiendo por la comida, Nápoles es conocido como el lugar donde nació la pizza. Comer una pizza en esta ciudad es toda una experiencia. Primero que nada, son mucho más baratas de lo que uno espera. Segundo, son absolutamente simples y absolutamente sabrosas. Según la tradición, las pizzas no deben tener demasiados ingredientes para poder apreciar los sabores. En general, las preparaciones más populares eran la pizza marinara (salsa de tomate y queso) y la pizza margarita (salsa de tomate, queso y albahaca).
Las sfogliatellas por su parte son un postre hecho de masa de hojas, moldeada con forma de una almeja y rellenas de ricotta dulce. Esto que suena tan simple es una de las mejores experiencias culinarias que hemos vivido. Las sfogliatellas de Nápoles son conocidas por su delicioso sabor y crujiente masa, fama que está completamente justificada.
Respecto a Pompeya, Nápoles está a unos 30 minutos en tren de las ruinas. Aunque estas no me parecieron particularmente impresionantes, creo que es un lugar súper interesante y que vale la pena visitar.
En caso que nunca haya escuchado de Pompeya, esta fue una ciudad romana, cuyas ruinas son famosas por guardar una imagen prístina de como era una ciudad romana. Esto es debido a que la ciudad fue arrasada por una erupción del volcán Vesubio.
¿Pero cómo?
Yo sé que esto puede sonar un poco raro, porque honestamente uno asocia una erupción con caos y destrucción, no con la preservación de una ciudad. Lo que realmente arrasó Pompeya fue una onda piroclástica originada por una erupción del Vesubio. Esto es una nube de cenizas y material volcánico, que se mueve a ras de tierra, a alta velocidad (hasta 200Km/h). En el caso de Pompeya, la nube fue muy rápida y cubrió la ciudad con unos 6mts de ceniza. La importancia de esto radica en que eso hizo que todo en la ciudad se “congelara” tal cual como estaba. Esto hace que las ruinas de Pompeya sean una ventana hacia el pasado, permitiendo ver detalles de la vida diaria de una ciudad romana.
Interesante, no?
La verdad no me aventuraría a decir que Nápoles es una ciudad que uno tiene que visitar, porque estoy seguro que muchas personas la odiarían y preferirían visitar Pompeya desde otra parte. Nápoles está lejos de ser un destino idílico, por el contrario es un poco choqueante en primera instancia. De algún modo podríamos decir que es como Valparaíso: sucio, destartalado y no a toda la gente le gusta, pero tiene algo que encanta, si te dejas encantar.
Personalmente no pasaría una semana en Nápoles, pero creo dos o tres días son una dosis adecuada de caos, pizza, sfogliatellas y ruinas.
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