Turquía estaba atrás. Después de casi 3 meses dando vueltas por Asia, habíamos abandonado el continente y nos internamos en Europa.
La primera parada era Budapest, capital de Hungría, considerada una de las ciudades más bellas de Europa. La Perla del Danubio, El Corazón de Europa, La Capital de los Baños Termales, títulos no le faltaban.
Budapest es en realidad la unión de dos ciudades. Inicialmente la cuenca donde se ubica fue ocupada por los celtas, luego por los romanos y finalmente por los magiares, de quienes desciende la población húngara de hoy en día. Estos fundaron una ciudad a cada lado del Danubio: Buda y Pest.
Después de algunos años Buda se transformaría en la capital de Hungría y adquiriría un lugar de importancia en el desarrollo cultural del centro de Europa. En esta época dorada el renacimiento tendría un fuerte impacto en Buda, fundando una gran biblioteca (la segunda más grande de Europa en la época) y la Universidad de Pecs, una de las primeras de Europa.
Sin embargo, Buda caería bajo el dominio del Imperio Otomano en 1521. Los turcos dejarían su huella en la ciudad, principalmente en la forma de grandes baños esparcidos por toda la ciudad. Pest por otro lado sería anexada al Imperio de los Habsburgo (futuro imperio Austro-Húngaro), dejando el corazón de Hungría dividido en dos. Finalmente, después de casi dos siglos, los Otomanos serían expulsados de Buda y ambas ciudades serían unificadas en una sola: Budapest.
Con el tiempo los húngaros se revelarían sin éxito al control de los Hasburgo, los que instaurarían la doble monarquía y nombrarían a Budapest como una de las dos capitales imperiales, en un intento de calmar el descontento húngaro. Este será un momento clave para la ciudad, iniciando una segunda época dorada, donde se construirán numerosas edificaciones de la talla de una capital imperial, transformando a Budapest en un centro de importancia económica y cultural.
Después la historia de Hungría sería chasco tras chasco: quedaron en el lado equivocado de la Primera Guerra Mundial y elegirían nuevamente el lado equivocado en la Segunda Guerra Mundial, lo que terminaría en bombardeos y grandes daños en la ciudad. Luego Hungría pasaría a ser ocupada por la URSS e integrada a la órbita soviética por cerca de 50 años. Durante este período los húngaros intentarían revelarse al control soviético y, al igual que antes, no tendrían éxito.
Más quemado que húngaro.
Es sorprendente pensar que una nación que fué fundada hace tantos siglos, hace tan sólo 30 años que finalmente alcanzó completa independencia, sin estar bajo el control de una monarquía ni bajo el yugo de una potencia. Tan conscientes están de todo esto que en incluso en su himno le piden a Dios que los deje tranquilos:
…hozz rá víg esztendőt, megbűnhődte már e nép…
(…tráele un año alegre, ha sufrido este pueblo bastante…)
Es extraño Budapest, por un lado tiene todas las huellas de un pasado glorioso y por el otro las de uno tormentoso. En una acera está el edificio del parlamento, segundo más grande del mundo y una obra de arte por donde se lo mire, y junto en la acera de en frente están en la pared las marcas de balas de los mártires de una de las tantas revoluciones fallidas de los húngaros. Por una lado la ciudad bulle como uno de los centros financieros más importantes del sector, y por el otro se avergüenza y horroriza de haber sido la nación que voluntariamente dejo entrar a los nazis y colaboró en la captura y deportación de sus propios ciudadanos a los campos de exterminio.
Budapest es atractiva y extraña al mismo tiempo.
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