Después de Siem Reap y de maravillarnos con Angkor teníamos que hacer una parada técnica en Bangkok, antes de seguir a nuestro siguiente destino: Chiang Mai.
Decidimos aprovechar la parada en Bangkok visitar un clásico que no habíamos podido recorrer antes de partir a Siam Reap: Ayutthaya.
Ayutthaya fue la capital del Reino de Siam, también conocido como Reino de Ayutthaya, y que actualmente corresponde a Tailandia.
De algún modo la historia de Ayutthaya refleja claramente el continuo cambio de poder y los constantes conflictos que había en la zona. Hacia el fin de la hegemonía de los Khmer, El Reino de Siam invadió gran parte del imperio Khmer y se alzó como una nueva potencia. Ayutthaya fue fundada hacia el 1350 DC y sirvió como capital del reino en varios períodos, hasta que fue abandonada en 1767 DC, cuando el ejército Birmano la invadió e incendió. En una decisión sorprendentemente pragmática, los gobernantes Thai de la época decidieron olvidarse de Ayutthaya y cambiar la capital del reino a otra ciudad: Bangkok. Y así nacieron las ruinas de Ayutthaya, las que muchos siglos después aún se alcanzan con la letanía de quién no tiene motivo ni prisa en desaparecer. Al igual que Angkor, las ruinas de Ayutthaya están dentro de la lista de sitios declarados como herencia cultural por la UNESCO.
Y bueno, adivinen quienes partieron a visitar Ayutthaya.
Ahí figuraban sus turistas regalones, listos para recorrer las ruinas. Lo primero era recorrer los cerca de 100 km que separaban Bangkok de Ayutthaya. Para eso decidimos ir en tren porque parecía lo más simple y sonaba bien. Si buscan info sobre los trenes en Tailandia se van a encontrar con cientos de historias de terror, principalmente porque estos no se caracterizan ni por la comodidad ni por salir y/o llegar a la hora. Sin embrago, como era un tramo corto y bien popular sonaba como la mejor opción.
Llegamos a las 8 AM a la estación para tomar el tren de las 8.20 AM, el que fiel a su fama partió a eso de las 8 y 40. En efecto los carros no eran demasiado cómodos: los asientos eran cortos y rectos y había un par de ventiladores como único confort ante el calor abrasador.
Atraso, calor e incomodidad. Todo iba de acuerdo al plan.
Llegamos a Ayutthaya algo así como a las 10 AM, saltamos fuera del tren y raudos como buey cojo encontramos nuestro camino fuera de la estación y hasta las tiendas que arrendaban bicicletas. Con la agilidad de un lemur dopado nos montamos en las bicicletas y partimos pedaleando bajo el inclemente sol.
Según supimos, Ayutthaya se caracteriza por tener un clima seco y muy caluroso, con temperaturas que en verano sobrepasan los 40°C. A pesar de que era otra época del año, a los pocos minutos de estar allá el calor ya nos tenía aturdidos.
Pero no importaba, nuestro deber era turistear.
Para ser honesto, luego de haber visitado Angkor y haber apreciado toda su grandeza, Ayutthaya se sentía sustancialmente insignificante. En retrospectiva, creo que esa sensación de algún modo nos ayudó a sobrevivir al calor y el sol, porque recorríamos las ruinas con interés, pero raudos y con una gentil displicencia. En el fondo algo así como “si lo vemos bien, pero si no lo vemos no lo vamos a buscar”.
De todos modos visitamos todas las ruinas importantes y un par más. Finalmente, a eso de las 3.30 PM sucumbimos al calor y devolvimos las bicicletas, compramos un batido de mango y nos subimos al tren de vuelta a Bangkok, el que desde luego se demoró más de lo planeado.
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