Después de esa noche en Kuta partimos a Ubud, la ciudad que nos interesaba conocer más que Kuta.
Ubud está a 60 Km de Kuta, algo así como 1 hora de viaje en taxi. Cabe hacer notar que en Bali no existe el transporte público, así que para moverse la opción es taxi o taxi.
Al fin, luego de 1 hora de locura por las calles de Bali llegamos a Ubud. La primera impresión es de un lugar mucho más tradicional y menos occidental que Kuta. No es que Kuta fuera la occidentalidad misma la verdad, pero se notaba un poco más adaptado para el turista y la diferencia se hacía sentir.
Ese primer día dejamos nuestras cosas en el hostal y recorrimos un poco la ciudad a pie. A esta altura todavía éramos unos novatos en el arte de cruzar la calle, así que nos movíamos con dificultad al ritmo del procedimiento. No obstante, el tráfico en Ubud era mucho más indulgente y cruzar las calles resultaba algo más fácil.
Al día siguiente partimos temprano haciendo una pequeña caminata de una hora hacía Capuhan, una zona un poco más rural de Ubud, donde la gracia era poder contemplar algunos campos de arroz. Acá fue donde pudimos experimentar los primeros tragos de calor balinés.
Después pasamos a visitar un templo que estaba en la entrada de la ciudad y luego al Palacio Real de Ubud. Este último es una construcción donde habitaba la familia real de Ubud hasta mediados del siglo XX. Ahora era utilizado como una especie de centro cultural, donde de día se podía visitar y de noche habían presentaciones de bailes típicos.
Para cerrar el día fuimos al Bosque de Los Monos, un parque ubicado a orillas de la ciudad y que alberga una colonia de monos, los que se paseaban con libertad por el lugar. Este parque es una especie de santuario donde los monos son literalmente amos y señores del lugar.