[LVM] Día 9 – Santo Domingo

Por diversos motivos, este día decidimos quedarnos en casa, descansar del ajetreo de los últimos días y ayudar a nuestros anfitriones con un par de tareas. Nuestra idea era compartir un poco más con los enanos y conocer un poco como es el día a día por acá.

Hasta ahora la impresión que me ha dejado República Dominicana es de un país pobre, muy desigual, cuya principal fuente de ingresos es por lejos el turismo y que por lo mismo ve en los turistas una amplia fuente de ingresos: te tratan de vender de todo, desde paquetes turísticos y estadías en resorts hasta ropa, comida y lo que sea que pueda interesarle a alguien.

Acá huelen al turista a la legua. Cómo lo había dicho antes, yo pensé que podríamos pasar medianamente piola por ser latinos, pero no, te detectan altiro.

No teníamos el sabor necesario, además de la evidente diferencia en acento y aspecto de turista (léase cámara en mano, sombrero, bloqueador y andar mirando todo con cara de asombro).

Según nos dijeron acá es super peligroso para un extranjero andar en la calle, por lo que tienes que andar para todos lados en auto (taxi o propio). Aparentemente caminar por la calle siendo turista es asalto seguro por lo bajo. Desde luego, nuestro instinto de supervivencia nos sugirió que no pusiéramos a prueba el conocimiento popular, así que decidimos no hacernos los Bruce Willis, quedarnos con lo que nos contaron y andar en taxi para todos lados.

Un efecto colateral de esto es que a la salida de prácticamente todos lados hay una turba de personas que gritan “taxi! taxi!” o que tratan de venderte cosas.

Después de esas reveladoras palabras empecé a poner atención a los detalles y en efecto, sutilmente y por debajo del aspecto de normalidad, yacían las preparaciones para el inminente asalto. Los guardias fuertemente armados eran cosa normal. Nunca en mi vida había visto que la presencia de armas fuera aceptada en la vida diaria de forma tan casual. Vas al mall? En la entrada hay guardias armados. Vas al gimnasio? Adivina quién te recibe en la entrada, un guardia armado. Sales del supermercado, guardias armados. Llegas a tu oficina y? Guardias armados. Los peajes? Lo mismo (aunque en este caso son militares armados).

Si amigo lector, leyó bien, dice armado, no Armando. Los guardias no se llaman Armando, andan con armas como quien anda con una bolsa con pan. Y no es una pistolita y listo, como los guardias de un camión de valores, no señor, acá la “protección” se hace a punta de escopeta y metralleta.

En serio.

Y sin intención de sonar como tv-compras, eso no es todo, hay más. Los autos típicamente tienen todos los vidrios polarizados, a veces incluso el delantero. Esto no es una movida por cultivar el estilo “gangsta”, todo lo contrario. Supuestamente el objetivo de eso es evitar que de afuera vean lo que estás haciendo adentro del auto, porque que alguien se suba a punta de pistola a tu auto no es nada que no haya pasado.

Básicamente todo y todos vivían en un constante estado de preparación para un inminente conflicto armado en cualquier momento.

Ni John McClane es tan duro.

Otra cosa que me impactó es lo mucho que influye el color de piel y el pelo en como te tratan y en el estrato que ocupas en la sociedad. Sólo por tener la piel un poco más clara de inmediato eres visto como alguien de clase acomodada. Ni hablar si además tienes el pelo liso. Nosotros éramos vistos como gente de plata por no tener los mismos rasgos mulatos que los locales y por tener el pelo liso.

Freak.

Por todo esto los turistas se concentren casi exclusivamente en los resorts de Punta Cana y en una que otra zona de la ciudad (como la Ciudad Colonial), y hace que los locales te traten con reverencia y una amabilidad casi enfermiza.

Creo que esto ha sido una de las experiencias más raras que he vivido.

Para terminar el día Viviana preparó un risotto para agradecer a nuestros anfitriones por la amabilidad de recibirnos en su hogar y mostrarnos la ciudad.

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